RESEÑA
Reseña de
ANTROPOLOGÍA DE LA PERSONA EN EL FINAL DE LA VIDA
Darío Iván Radosta y Matías Paschkes Ronis (2024). Antropología de la persona en el final de la vida. Debates y experiencias etnográficas sobre el envejecer y el morir. Editorial Sb. ISBN: 978-631-6593-20-7
CECILIA CARBALLO*
Instituto Universitario
de la Policía Federal Argentina (IUPFA), Argentina ceciliacarballo1979@hotmail.com
Antropología de la persona en el final de la vida¸ de Darío Iván Radosta y Matías Paschkes Ronis, analiza un tema central de la existencia, del que no se habla ni mucho se estudia, porque choca con la finitud del ser humano; su vejez, su muerte, cómo se atraviesan los últimos días de vida, por qué una cuestión que por su habitualidad debería ser más normal es un tema tabú en Occidente.
El libro comienza con un prólogo ausente por el fallecimiento de su autora por ELA (Esclerosis Lateral Amiotrófica), la persona que iba a realizarlo estaba muy interesada debido a su propia patología. Antes de su deceso, los autores manifiestan que ella deseaba que se implementase en Argentina una ley de suicidio voluntario.
El texto se divide en cinco capítulos (tres en la primera parte y dos en la segunda), sumados a un epílogo y una conclusión. En líneas generales, explora y reflexiona desde la antropología sobre cuándo somos personas, qué implica este estatuto, qué es un cuerpo, cuándo somos autónomos. También se examina por qué en la vejez “nos vemos desprovistos de esta condición”, por qué hasta en los últimos momentos, incluida la muerte, hay que respetar la dignidad humana.
El Capítulo 1 aborda el concepto de persona y se arriba a la conclusión de que se trata de una concepción epocal y dependiente de cada contexto. Para ello, presentan ejemplos de cómo cambia en cada cultura y examinan el proceso civilizatorio descrito por Norbert Elias.[1] Según este autor, la concepción de persona en Occidente se vincula con el “ser humano civilizado”, es decir, adaptado a normas específicas, con grado de autonomía y eficiencia.
Teniendo en cuenta este concepto de persona, en el Capítulo 2 se muestra cómo la vejez es vista como un problema, justamente porque el individuo ha perdido su autonomía para moverse en sociedad.
En el capítulo 3, ellos analizan cómo es vivida la muerte y qué concepciones circulan en la sociedad. Los autores plantean la idea de la muerte digna, donde los últimos días de la persona sean acompañados con el mejor cuidado y su cuerpo no sea tratado como un deshecho.
En la segunda parte (Capítulos 4 y 5), los autores dan cuenta de sus experiencias en instituciones donde la vejez y la muerte están a la orden del día: geriátrico y hospice.
Radosta y Paschkes Ronis son cientistas sociales que, en palabras de Clifford Geertz, “no estudian aldeas, sino en aldeas”.[2] Ambos se muestran preocupados por entender, desde una perspectiva etnográfica, el cuidado de la vida, la vejez y la violencia ejercida sobre los pacientes. Para ello trabajan con la técnica de observación participante, acuñada por Bronisław Malinowski, para poder entender prácticas sociales viviéndolas in situ.
Matías Paschkes Ronis realiza un preciso estudio etnográfico en un geriátrico de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, observa las jerarquías (los autoválidos y los dependientes), los pabellones y de qué manera la construcción edilicia condiciona el tipo de comunicación entre los residentes. En este marco, diferencia cinco tipos de muertes: dentro y fuera del lugar, en la enfermería, en las mudanzas internas y en la morgue. Aunque en este espacio la muerte les resulta a todos “como lo más probable”, no hay registros de cuántos fallecidos hay en el lugar.
Algunos residentes intentan afrontar la pérdida de sus compañeros escribiendo poemas que los recuerdan, que intentan comprender la finitud de la vida.
En cambio, Darío Radosta trabaja como voluntario en un hospice, y explica que estas instituciones son espacios diseñados para albergar un número reducido de personas con enfermedades terminales, a las que se les brinda cuidados paliativos. En un principio pareciera que el otro es un sujeto de derechos aun estando fallecido; sin embargo, con el correr de los días, Radosta se da cuenta de que esta condición no es tan así. Precisamente cuenta una situación particular, relata cómo debe retirar una cadenita del cuerpo de una persona fallecida, a pedido del hijo de esta. En todo ese proceso él sigue viendo una persona, aun cuando siente el cuerpo frío e inerte.
Como voluntario, intenta aplicar una filosofía del cuidado, velar por la mayor autonomía, aplicar cuidados paliativos, entender que esa persona no es una enfermedad, sino alguien con una identidad y una historia: que fue ingeniero, portero, etcétera. Con todo este cuidado intenta romper con algunas actitudes que ve en el hospice, por ejemplo que alguien se apropie de algún objeto de un paciente. Entonces, reflexiona sobre la vulnerabilidad de esos seres, sobre ese otro que, estando enfermo, es visto como un resto.[3]
En este sentido, ambos autores abordan el concepto de implicación de Lourau,[4] que revela la multiplicidad de relaciones que el investigador sostiene con la dinámica de la institución que analiza. La implicación permite superar la mera descripción objetiva de las inclusiones y trayectorias de los sujetos en las organizaciones; su riqueza conceptual y metodológica consiste en poner el foco en los aspectos ignorados de las relaciones sostenidas con los determinantes institucionales. En ambos casos, se observa cómo reflexionan sobre las instituciones en las que hacen su trabajo de campo al estar implicados de manera consciente en ellas.
Resultado de esta implicancia es la pertinencia del libro en la era de la tecnologización de la vida, donde pareciera que no se puede envejecer; por ejemplo, los cuerpos son manipulados con productos químicos, cada vez más personas se aplican sustancias para simular menos edad y, de este modo, negar la condición biológica (inherente a los seres vivos). Radosta y Paschkes Ronis reflexionan sobre qué sucede con la vejez y cómo es vivenciada en estos lugares donde es más frecuente. La muerte, diría Michel Foucault, está cada vez más recluida a ámbitos privados, ya que es considerada algo vergonzoso que debe esconderse. En la experiencia de los antropólogos, se visualiza claramente este “hacer vivir y dejar morir” (“la muerte es lo más probable”, “ya es grande, es común el deceso”), dado que opera la biopolítica como un tipo de poder que tiene como objetivo principal la gestión, administración y regulación de la vida.[5]
Los autores plantean una noción de biohermenéutica de la naturaleza humana, priorizando una interpretación experiencial de la constitución biológica de los seres humanos en los últimos momentos de su vida y en su muerte, así como también tienen una experiencia real con la intimidad corporal de los pacientes para comprender a la persona humana y su dignidad.[6]
En el caso del trabajo etnográfico realizado por Paschkes Ronis, se devela lo que no se dice, pero sabemos como sociedad: entrar al geriátrico implica una muerte social. De estas instituciones no se sale con vida, entonces, esos sujetos que ingresan son objetivados por el personal a cargo. Es decir, los residentes, ya fuera de los circuitos sociales y productivos, son percibidos como sujetos sin roles valorados por la sociedad. El principio de responsabilidad –planteado por Hans Jonás[7] sobre la preservación y respeto de la vida humana– queda relegado, ya que la manipulación técnica de los cuerpos predomina sobre su consideración como seres completos. En este sentido, las sociedades actuales quieren solo cuerpos ávidos, flexibles e hiperactivos, ligados al consumo,[8] y los que están en el geriátrico no cumplen esa función, por lo que son desterrados.
En cambio, el estudio de campo de Radosta se centra en trabajar en los hospice, instituciones donde la muerte se trata con una filosofía del cuidado, que no es ni más ni menos que la capacidad de respetar a cada individuo tal y como se manifiesta ante nuestros ojos, con sus defectos y virtudes, necesidades y exigencias. Básicamente, sería tratar con amor, respeto y altruismo,[9] teniendo en cuenta un cuidado humanístico en el cual cada individualidad importa, donde el vínculo entre paciente y personal de salud es tan importante como las técnicas de curación que se les aplican.
Para finalizar, en el epílogo del libro, la discusión se inscribe en un estado de situación más complejo, que implica determinar en cada sociedad qué es vida, qué es muerte, qué es ser persona; por eso, según los autores, es difícil la implementación de la Ley de Muerte Digna (26.742) que habilita a las personas a rechazar un tratamiento médico cuando consideren que es innecesario. Lo mismo con respecto a la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (27.610); cómo podemos determinar cuándo hay vida (si es embrión, feto, niño). Por supuesto también se vincula con la eutanasia y el suicidio voluntario. ¿Puede una persona decidir sobre su propia vida? ¿La vida es de la propia persona que la porta o de una entelequia aun más grande?
Antropología de la persona en el final de la vida abre un dilema ético sobre el cuidado en la vejez y la muerte para que tomemos conciencia de la importancia del respeto hacia el otro y de preservar la dignidad humana más allá del deceso.
Cita sugerida
Carballo, C. (2024). Reseña de Antropología de la persona en el final de la vida, de Darío Iván Radosta y Matías Paschkes Ronis. Minerva. Saber, arte y técnica, 8(2). Instituto Universitario de la Policía Federal Argentina (IUPFA), pp. 124-127.
* CARBALLO, CECILIA
Especialista en Tecnologías y Educación (INFOD). Profesora y licenciada en Ciencias de la Comunicación (UBA).. Docente e investigadora en universidades e institutos de formación docente. Publicó varios libros de poesía entre ellos “Hay tierra bajo mis pies” (2017, 2023) y “El viento no vendrá a despeinarme” (2024). Forma parte de diversas antologías nacionales e internacionales. Participó de la Campaña Nacional de lectura de México “Leer más” con un libro infantil inédito.
[1] Elias, N. (2009). El proceso de civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogéneticas. Fondo de Cultura Económica.
[2] Geertz, C. (2003). Persona, tiempo y conducta en Bali. En la Interpretación de las culturas. Gedisa.
[3] Le Bretón, D. (2008). Antropología del cuerpo y la modernidad. Nueva Visión.
[4] Lourau, R. (1970). Análisis Institucional. Amorrortu.
[5] Foucault, M. (2008). Historia de la Sexualidad 1. Derecho de la muerte y poder sobre la vida. Buenos Aires: Siglo XXI.
[6] Conill, J. (2006). Ética Hermenéutica. Crítica desde la facticidad. Madrid: Tecnos.
[7] Jonás, H. (1995). El principio de responsabilidad. Ensayo de una ética para la civilización tecnológica. Barcelona: Herder.
[8] Sibilia, P.; Villagrán, J. P. y Olaechea, B. (2009). Sobre el cuerpo y la comunicación: Entrevista con Paula Sibilia. Revista Memoria Académica, 11. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Universidad Nacional de La Plata, pp. 191-197.
[9] Riquelme Hernández, R. (2012). El cuidado de enfermería: una reflexión sobre el cuidado humanístico. Revista Horizonte Enfermería.